Octavita de carnaval

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Este escrito que ahora se halla en sus primeras letras va sobre los lapsos  de doce meses menos una semana, en los que  mucha gente del régimen se muestra sin descaro con cualquier máscara.

Para ell@s, es sumamente irritante la confusión de encontrase por ocho días con la competencia de otros disfraces, por forzados decretos presidenciales o de alcaldías. El atenuante de esa rabia es que los enmascarados de carnavales no son profesionales, y la mayoría son niños inofensivos, al menos en Venezuela.

Las comparsas de todo el año, aquí prefieren uniformarse con camisas de un mismo color,  que les son repartidas por montones gracias a saqueos de dineros públicos exagerados además con sobreprecios de fábrica por proveedores en la movida, y  de añadidos infaltables para atravesar alcabalas de funcionarios corruptos. Los combos se encarecen igualmente con ornamentos de gorras, banderas, y cualquier  condimento adicional que cumpla con la condición previa de negocio fácil.

Dominados por una sumisión grupal inducida con base a recompensas baratas para los malhechores, la apuesta de esos seres se mantiene por la promesa de reposición de  rebatiñas de ropas, juguetes o  línea blanca, procedentes de delitos que quedan impunes por confabulaciones judiciales amparadas en la ideología del robo continuado. En estos festines de repetición frecuente, ya nadie demanda las agotadas y costosas bolsas de comidas de antes, o las láminas de zinc de populismos anteriores.

No obstante los incontables rastros de fechorías acumuladas, adentro y fuera del país es común escuchar todavía los coros de fanáticos con la consigna de “Así es que se gobierna”, para expresar la ceguera prolongada que produce la acuñada etiqueta que los distingue con el mote de “Socialismo Siglo XXI”.  En tiempo de interconexiones universales  resulta espinoso entender que por estar lejos de límites inmediatos reales o virtuales, por ignorancia, desinterés o indolencia se muestre tolerancia explícita e implícita de la ruina de  instituciones, patrimonio y  personas en algún rincón de la aldea global.

Parece que las tiranías confesionales enclavadas en Venezuela por casi dos décadas, y en la dictadura de Cuba comunista por seis, corresponden a las de  buenas caretas para disfrazar autoritarismo, militarismo, extremismo, con la persecución y encarcelamiento de  quienes piensen diferente,  y la esclavización final de los pueblos a través de la eliminación de preciadas libertades y el irrespeto de los derechos humanos.

En ese sentido, es incomprensible el silencio cómplice de gran cantidad de  ex presidentes de otras naciones, de organismos regionales y subregionales, para con las víctimas de ambos genocidios en viejo progreso con la reducción de posibilidades de alimentación, salud, educación, y profusión de  violencia callejera. De parte del  estado Vaticano, tampoco ha habido una clara condena y denuncia de la peor celebración pagana posible, y que solo se suspenden por estos lados durante los ocho días de carnaval, cuando los secuaces se van de fiestas.

(*) https://about.me/fernandez.josue

https://twitter.com/jodofeal

 

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