Alaridos en la niebla

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Me he pasado media vida criticando el embargo estadounidense a Cuba por considerarlo inútil. Mientras los hermanitos Castro y sus adláteres vivieran a todo trapo, como han vivido todos estos años, poco o nada les importaba el sufrir de sus connacionales. Así las cosas, celebro que los asuntos reconciliatorios estén corriendo a alta velocidad y que, a la vuelta de la esquina, esté el levantamiento del embargo y otras sanciones que mucho dolor han causado (por culpa de los Castro y no de los gringos) y ningún beneficio han producido a la población cubana.

Los gringos no son ni buenos ni malos. Simplemente son. A qué dudarlo y negarlo, tienen un tronco de país con una historia repleta de buenas y malas acciones. Pero es una de las más importantes potencias del devenir de la Humanidad. Decir que no es así es, cuanto menos, una reverendísima estupidez. De Estados Unidos se puede decir que es como un porfiao, que recibe golpes, se equivoca y cae, pero siempre se levanta.

El término pitiyankee siempre me ha sonado típico vocablo de idiotas que nada inteligente tienen que agregar al pensamiento y al discurso. Y usarlo ya en el siglo XXI lo siento demodé y de babiecas. Los nuevos cubanos, es decir, los que están manejando la nueva Cuba tras las bambalinas del teatro de los Castro no son ni piti ni antiyankee. Son gente que está usando el cerebro. Saben bien que la revolución castrista ya no aguanta más, que está seca, que no tiene horizontes y que hay que hay que enterrarla. Como buenos cubanos, están negociando, y negociando muy bien. Y usan como referencia a los alemanes orientales y su experiencia de reunificación.

El gobierno venezolano ha abierto las puertas a una negociación para mejorar las relaciones con Estados Unidos y los gringos. Porque la revolución bolivariana se cae a pedazos. Y los rojos rojitos lo saben. Del cuento de las conversaciones los venezolanos sabemos una muy pequeña parte. Y se liberará muy poca información. La opacidad, característica fundamentalísima de este régimen, privará en este asunto y muchos otros que ocurrirán. Eso disgusta. Al menos a mí. Pero con el tiempo todo se sabrá. No hay nada oculto entre cielo y tierra y baste estudiar la historia local y universal para confirmarlo.

Venezuela, que tuviera voz cantante en las negociaciones de pacificación colombiana que se llevan a cabo en La Habana, se ha convertido en ausente. Ya no es ni tan siquiera el elegante Mirón de palo. Fue el diente roto. Ahora brilla por su ausencia. Los colombianos y los cubanos entendieron que Venezuela estorbaba.

Tenemos que entender que el fenecimiento de la revolución bolivariana no será asunto fácil. Que el muerto tiene dolientes, muchos. Que hay que ser comprensivos e inteligentes. Y que de la precipitación solo quedaría el cansancio.

Los inteligentes tienen que liderar el proceso. Con sapiencia, cordura y coraje. Ahí se medirá el temple. No caben los alaridos en la niebla.

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@solmorillob