La salud debe importar

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A la memoria bendita de Gonzalo Benaim Pinto, gran luchador por la salud pública, y ejemplo de vida

Todas las personas deberían ser protegidas en acceder al derecho más preciado de todos, la salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha demandado a los países la universalidad de la cobertura de salud. Ha habido progresos significativos en diversos países de América Latina pero hay muchas cuestiones pendientes. Entre ellas:

Las desigualdades han mejorado pero persisten. En el 2004 el índice Gini que mide la desigualdad, era en América Latina del 52.5, el mayor de todos los continentes. Políticas de los 2000 como la elevación de salarios mínimos reales, la baja del desempleo, la mayor inversión en salud y educación, los programas de transferencias condicionadas, la ampliación de la protección social y otras, lo redujeron. Sin embargo sigue siendo el más elevado de todas las regiones. La inequidad es muy visible en salud. Las tasas de mortalidad materna e infantil son muy diferentes en los diversos estratos sociales en los países más desiguales de la región, como entre ellos Guatemala y Honduras. Bastan unas pocas estaciones de metro en muchas ciudades grandes latinoamericanas para pasar de urbanizaciones donde la gente tiene altas esperanzas de vida, a otras donde son muy bajas.

Iniquidades en el acceso a determinantes sociales de la salud. La OMS ha probado que la salud está fuertemente determinada por factores ajenos a lo médico, como la calidad de la vivienda, el medio ambiente, la educación, el acceso a nutrición en los primeros 1000 días del niño, agua potable segura, e instalaciones sanitarias adecuadas. Se ha estimado que influyen en un 80 % en la generación de las enfermedades. Salvo nutrición, en los otros sigue habiendo serios déficit en diversos países y zonas de la región.

Un tercio de los trabajadores asalariados no tienen protección de salud adecuada. Según los datos de la Cepal (2015) en el 20 % de menores ingresos de los trabajadores formalizados, solo el 44 % tiene cobertura de salud. En el 20 % de mayores ingresos es el 80 %. Si bien la cifra ha mejorado, la cobertura total es solo 66 %. Entre los países con menor cobertura se hallaban, en el 2011, Honduras 37,2 %, Guatemala 44,5 %, Paraguay 40,1 %, Nicaragua 36,3 %.

Es muy deficitaria la protección de los informales. Los trabajadores informales, que son una parte considerable de la mano de obra activa de la región, carecen casi de cobertura de salud.

El financiamiento de la salud debe evolucionar hacia esquemas solidarios.

En los países más equitativos en salud, como los nórdicos, y muchos de los europeos, el Estado protege a toda la población, financiándose con impuestos generales. Se reduce al mínimo el aporte de «bolsillo» en visitas privadas, compra de medicinas, y otros ítems conexos, que se ven obligados a hacer los hogares. Cuanto mayor el gasto de bolsillo, peor para los pobres. En América Latina el 45% del gasto total en salud es financiado por los hogares. Se puede hacer diferente. Así, Costa Rica ha instalado un sistema altamente solidario donde el 93 % de la población está cubierto por un seguro público, con una contribución reducida de los asalariados.

Todos estos temas y otros añadibles no admiten demoras. Está en juego la vida de muchas personas y par- ticularmente de muchísimos niños, y madres embarazadas. El Papa Francisco ha señalado que «la pobreza no puede esperar». Es en la protección de la salud, donde la urgencia es la mayor de todas.

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