Polvo del Sahara y azufre de volcán español llegan a Cuba

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LA HABANA.- Una nube de polvo del Sahara africano, mezclada con azufre procedente de la erupción volcánica en las españolas islas Canarias, comenzó a cubrir Cuba y buena parte del Caribe, territorio azotado también por la enfermedad del nuevo coronavirus (COVID-19).


El arribo a la zona de las nubes de polvo desértico es un fenómeno que se repite cada año por esta fecha, aunque ahora se combinó con partículas de las cenizas originadas por el estallido del volcán de Cumbre Vieja, en la localidad canaria de La Palma.

La combinación ha generado preocupación entre los cubanos, quienes además desde marzo del año pasado viven bajo el impacto de la pandemia del nuevo coronavirus, que ha causado hasta el momento 900.512 contagios y 7.663 decesos.

«La llegada de esa nube al Caribe es un proceso normal, que se repite cada año», aseguró a Xinhua el meteorólogo Eugenio Mojena, doctor en ciencias físicas desde 1986 y quien estudia el fenómeno desde la década de los años 70 del siglo pasado.

Mojena, el principal experto cubano en ese tema, afirmó que si esa nube llegara y no estuviera vinculada con las cenizas, con el polvo, con los gases que libera el volcán, «era algo que pasaba sin problema ninguno, sin que nadie se preocupara».

«La temporada de polvo comienza en marzo y termina en octubre, cuando empiezan a llegar las últimas nubes impulsadas por regla general por los vientos alisios», explicó el experto, quien se interesó en el tema tras el hallazgo fortuito en una revista de un artículo sobre el polvo del Sahara.

El meteorólogo, quien investiga la influencia de lejanas tormentas en el Caribe en general y en Cuba en particular, está convencido de que no hay peligro más allá del habitual incremento de las afecciones respiratorias.
Con ese punto de vista coincidió el también meteorólogo Miguel Ángel Hernández, en el sentido de que las personas se pueden proteger de manera correcta con el habitual uso de mascarillas, práctica obligatoria en Cuba desde el inicio de la pandemia en marzo de 2020.

«No hay peligro alguno», aseveró categórico Hernández, antes de explicar que la concentración de dióxido de azufre generada por la ceniza volcánica se mantiene en alturas superiores al kilómetro y medio.
Por su parte, el director nacional de Higiene y Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, Francisco Durán, dijo al respecto que «el impacto mayor será sobre los alérgicos», al descartar una relación directa con un eventual aumento de los enfermos de la COVID-19.

El epidemiólogo, encargado cada día de informar sobre la evolución de la pandemia en Cuba, destacó que el uso de mascarillas ayuda a evitar la inhalación de esas partículas, lo que constituye una defensa adicional para las personas vulnerables.
Nacidas en las tormentas de arena del Sahara africano, esas nubes ascienden entre cinco y siete kilómetros, y recorren largas distancias impulsadas por los alisios que en esta época del año las arrastran hasta esta zona geográfica.
A partir de la década de 1970 hubo un incremento de las tormentas de arena y por ende de las nubes de polvo, debido a la sequía crónica que comenzó a padecer la parte norte de África, lo que incrementó la cantidad de polvo que llega al Caribe.
La influencia de esas nubes, que no dejan pasar la radiación solar, obstaculiza la formación de ciclones tropicales, inhibe la lluvia, acrecienta la sensación de calor e incrementa la sequía.
La sensación de calor se acrecienta, pues las partículas que conforman esas nubes actúan como dispersores de los rayos de luz solar, que se diseminan en todas direcciones, lo que los expertos llaman radiación difusa.

Esas nubles contienen varios minerales, además de virus, bacterias, hongos, ácaros patógenos, estafilococos y contaminantes orgánicos, partículas muy finas con un diámetro de micrón imposibles de ver a simple vista, pero que perfectamente pueden inhalar los seres humanos y los animales. Xinhua