Uno no entiende…

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Sin ánimo de dividir, como dijo Capriles cuando anunció que iría a la marcha del sábado 30, digo también yo que a uno le cuesta entender qué es lo que sucede con la MUD. Somos muchos los que deseamos promover un cambio en el país; muchos los que se sienten defraudados por este régimen y por una oposición que no termina de elevar su discurso, pues la democracia implica mucho más que lo electoral. Se habla, además, de unas elecciones que no tienen fecha y que aunque la tuvieran, no resolverían de entrada los problemas del país. Uno no entiende y uno no sabe (uno, el ciudadano común) qué sucede en la MUD, la «Alianza opositora» que dice representar el sentir ciudadano. Uno no quiere dividir, pero los acontecimientos han hablado por sí mismos. Hay que tener otros intereses para no darse cuenta que lo que necesitamos es unirnos y la razón de la manifestación, de la protesta, era tan justificada que no se entiende por qué resulta tan difícil coincidir en lo esencial, como es el caso de pedir la liberación de los presos políticos, de presos que son realmente de conciencia.

Los venezolanos estamos esperando escuchar un discurso que nos muestre un proyecto de país que sólo se alcanza con determinación y con una gran claridad de objetivos. Ese programa único y esa voluntad de gobernar en conjunto que de algún modo se logró con el Pacto de Punto Fijo, cuando la mirada estaba puesta en superar la dictadura recién caída, tanto como toda amenaza de levantamiento militar, no asemejan las intenciones que uno ve en muchos de los líderes de oposición. Hace falta una voluntad política para trazar un plan más allá de las elecciones. Y esa voluntad es justo lo que echamos en falta los ciudadanos.

Hace poco escuché a alguien de la MUD insistir en la maravilla de la unidad lograda. Decía que lo triste es «que han desprestigiado mucho a la MUD», «que le han dado golpes y palos». Uno no quiere hacerlo, nadie quiere golpear la unidad ni dividir, pero lo cierto es que ella se ha autogolpeado. Es inevitable que ante la falta de lealtad mostrada para con los sucesos del sábado, por no decir más, el ciudadano común sienta recelos hacia un liderazgo que dice necesitar que lo consulten para una marcha a ver si conviene hacerla. Hay valores que son tan evidentes que si no logran ellos mismos unir y elevar el discurso, dividen porque dejan en evidencia la falta de determinación de quienes no quieren comprometerse. Los políticos, en principio, son hombres de acción, ¿pragmáticos, quizás?, pero los verdaderos, los que también son líderes, se espera que sean luminarias en los momentos de oscuridad en el camino de los pueblos. Y no se puede ser luz si no se habla con claridad, si la ambigüedad y la excesiva prudencia (¿cobardía, intereses mezquinos?) privan por encima de una voluntad política firme.

No es que juegue a la antipolítica el ciudadano que pida a sus líderes la valentía que los tiempos precisan: que pida un proyecto de país más allá de lo electoral. Esa voluntad política que se vio en el 58 no se ve fuerte en estos tiempos, salvo en casos aislados, como se sabe. Uno no entiende a qué se debe la «prudencia» de no terminar de unirse como un bloque, muy a pesar de las diferencias personales. Los ciudadanos están necesitados de esperanza y a ésta la motivaría una unidad determinada, realmente blindada contra intereses que no sean los del país. Esta honestidad, por cierto, esta determinación, convencería también al que pudo creer en el proyecto oficialista y se siente hoy defraudado.

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